Sopla el cielo en la ciudad del estelión. Tras sus murallas se afanan los fantasmas, a cada paso el rastro lineal de sus grilletes, de la potala y el dogal que sostiene su cordura.
Apenas si recuerdo cuando ni como quede varado en aquella ciudad hoy en ruinas. Tengo algunas coordenadas. Escasas, de lugares donde halle corrientes que causaron mi deriva . Recuerdo con intensidad las primeras impresiones, la conciencia de mi fragilidad, de lo poco preparado que estaba para sobrevivir en un mundo tan adverso, la racionalidad con la que sus pobladores – las sombras de estelión o saproiectios- se organizaban, su espíritu de sacrificio, la disciplina con la que ejecutaban los deseos… cual verdugos. Actos siempre justificados. Encaminados a la persecución de un fin, la inmutabilidad del orden, la permanencia.
Se entiende teniendo en cuenta la hostilidad del enclave. Una depresión situada por debajo del nivel del mar y siempre amenazada por la cercanía de un satélite de orbita inclemente, capaz de acercarse hasta el límite de colisión. Levantando huracanes que si describiera en mi mundo de origen, aquella patria añorada y extraviada, serian tomadas por las patrañas de un charlatan.
Aquellas sombras valoraban la eficiencia de un modo sobrecogedor y mi reconocida torpeza apenas era tolerada. Fueron días de renuncia y márgenes. Fui asignado a los trabajos en la muralla donde al menos pasaba desapercibido. De mis compañeros aprendí a horadar la tierra y extraer la piedra, a sepultarme en su búsqueda, a respirar metano sin fallecer, a acallar los silencios del subsuelo y su lacerante voz antigua, a sentir la dignidad de mi dogal y el orgullo por nuestro lineal rastro de grilletes, tan necesarios para nuestra seguridad. Las condiciones eran duras pero todos habíamos oído hablar de peores situaciones, historias de planetas lejanos, lugares en los que los hombres desconocían los secretos del Constructor y quedaban expuestos a la ferocidad del cielo. Con ellos adquirí la pericia suficiente para sobrevivir. Pronto me vi a mi mismo elevando el muro de la salvación. Colocando piedra y argamasa frente al mar amenazante…
Se hace difícil continuar, solo soy un cronista accidental, el tanatonauta elegido por el azar. De aquella barrera solo quedan hoy escombros, pilares de ingenuidad y arrogancia. Siempre hubo un solo dique, al norte del planeta, su corazón helado.
Anexo extraido de los “Ecos de Estelión, la vOZ de un planeta”.
Un espejo oculta el cielo.. y la noche en su revés. Tras un enjambre de mercurio que viola cada gramo, liba cada poro y roza cada estambre de mi piel y mi cordura.
Una jauría de voces, colmena de vientos que extiende la furia del abrazo. Y en el vacío de la sima, tras la falla que crepita, un cráter que despierta, el hielo que se quiebra y la noche que se anega.
Cristales plateados se confunden con estrellas. Trazando, en su caída que descarna, todos mis destinos. Nubes, Povisa, vapor y sangre agregándose a la mar, y esta, en su crecida, halla la fisura.
Naufragan los diques del olvido. Fluyen los ríos a la inversa, lenguas vomitadas por la arcada provocada, vanguardia de mareas bajo un manto de despojos. Mecedora de andrajos y restos de tablacho.
Tras la noche de la Luna un páramo salino, ¿esteril o preñado?.
Y el recuerdo de la belleza.
Y el dolor de nuestra imagen.
“ Y en algun lugar del exilio”
Mil sombras deambulan , livianas, mezcladas con la espuma,
sin fronteras. Sobre la superficie bruñida del abismo vital
donde la luna reflexiona dibujándose infinita
y reverberan las ondas de un silencio abisal. Megadózmano calla. En lo profundo. Tratando de aprehender la imagen refractada que los dedos de su mente solo alcanzan a peinar. Gigante luminoso, inabarcable, multiple y variable. Titan de Incertidumbre insostenible que repele sus esfuerzos y aboca la razón a pretéritos refugios. Donde el corazón bombea azúcar, la gruta de paredes fluorescentes donde no hay lugar para las sombras. La placenta de la fé.
“ Y en algún otro lugar. Un cretino se plantea”
Quizas vuelva a pintar las paredes de mi celda. A cubrir las manchas de humedad con océanos y cielo.
¡Si tuviese algo de azul y algo de blanco. ¡Algo mas que el gris y el verde.
El horizonte de esta isla ,
tal vez dejaría,
de ser presagios de tormenta.